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El pedestal de cristal


De verdad a veces me cuesta tanto tener paciencia. Dicen que paciencia es la “ciencia de la paz” pero creo que por eso mis niveles de intolerancia crecen cada día más como ramificaciones de árboles que se confunden con las arterias de las manos. A veces me quedo viendo las venas de mis manos y parece que tuviera un montón de raíces incrustadas en la piel. También en mis piernas tengo muchas várices, que se confunden con arbustos encajados a lo largo del camino desde los muslos hasta los pies. Cuando me falta la paciencia, recurro a la ciencia y es por eso que por primera vez en la vida empecé a hacer las paces con ella, la ciencia. Siempre pensé o sentí que lo orgánico era lo mejor para mí, que ser vegetariana era lo que necesitaba mi cuerpo, critiqué a los médicos, me reía de la medicina. Era muy amiga de las hierbas, todo tipo de té, de la aromaterapia, de cualquier masajito con aceite de coco que me quitara el dolor de cabeza en vez de un Tylenol. Me creía una dura, veía comerciales de ansiedad y depresión en la televisión, sobre todo recién llegada con mi esposo a Estados Unidos y no entendía el por qué la comercialización masiva del uso de los fármacos. Creía que tenía super poderes, sé que la mente cura, que las manos sanan, que los pensamientos positivos ejercitados repetidamente se hacen realidad. Confío plenamente que los milagros existen, pero mi propia arrogancia me puso a mí misma en medio de un pedestal de cristal. Afortunadamente ese cristal se quebró, se cayó en dos y me hizo caer profundamente en un hueco bien profundo en donde no sabía quien era.



En ese hueco sólo me escuchaba a mí misma y recordaba los voces de mi infancia que me estaban atormentando. Me preguntaba constantemente ¿Quién soy yo? No sabía que responder, no entendía ni la más mínima palabra que se atravesaba en mi cabeza. En medio de ese hueco oscuro, entendí que estaba enfrentándome con la depresión. Justamente entendí en medio de esa oscuridad que la depresión es simplemente la explosión de un cúmulo de sentimientos ahogados, palabras no dichas, recuerdos reprimidos, traumas no resueltos que salieron a la luz porque no podían más con la presión. Tal cual como cuando se cocinan los granos crudos en la olla depresión, perdón quise decir de presión. Cuando esos granos están hirviendo, uno puede ver en el agua una especie de baba o saliva que salen de esos pequeños frijolitos.


Así mismo me pasó cuando entré en la olla depresión que me hizo estallar y conocerme un poco más. Salivaba mucho y a la vez la garganta la tenía seca, casi no podía pasar la comida porque me sentía atragantada. No tenía como lubricar la garganta para que la comida pasara por ese túnel de carne hacia el estómago. Yo era de las que le decía a las personas que estaban metidas en la depresión “Tranquila, tranquilo, sal a la naturaleza, toma sol, sonríele a la vida”… nunca pero nunca me percaté de mi misma olla que estaba hirviendo y que poco a poco me iba a llevar al punto más alto de la propia presión que yo misma me impuse. Aprendí que la ansiedad también va de la mano, pero como no, si el constante tren de pensamientos está sin freno por ese carril. Allí en ese momento, con mi tren sin frenos y la olla de presión estallando, tuve el colapso más grande. Choqué conmigo misma, me corté con los cristales del pedestal. Y fue allí cuando hice las paces con la ciencia. Empecé a tomar medicamentos para la depresión y la ansiedad. Le hice reverencia a los doctores que me han escuchado con la paciencia que aún yo no tengo y me hice más humana. En medio de mi ego, pido perdón a todo ese pasado que cargué en mis hombros, a todas esas críticas que hice a la medicina, a los doctores, a mí misma. Pido perdón a todas las personas a quien juzgué, a todos los que veía metidos en su hueco oscuro y les decía que era fácil salir, y a todas esas personas a quien engañé con una supuesta sonrisa que tenía llena de vacío…


A esa niña interna convertida en mujer, que no ha conocido la paciencia todavía, pero está viva gracias a la ciencia. Y que, aunque la majestuosidad de la naturaleza, la sabiduría de lo orgánico, lo saludable de lo vegetariano y la fuerza inminente del sol son vitales para los humanos en este planeta, también lo es la ciencia, creada por los humanos, es un punto vital para transitar esta vida con balance, con paciencia y con menos juicio…


 
 
 

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